lunes, 8 de agosto de 2011

Mucho cuidado jóvenes...


Reino Unido: estudio revela adicción de los jóvenes a los smartphones

El gobierno del Reino Unido analizó durante tres años los hábitos tecnológicos de las personas en el mencionado país y la dependencia adictiva de la juventud en sus teléfonos inteligentes se vio reflejada en una variedad de cifras.
De acuerdo al portal Enter.co, el informe de 341 páginas fue realizado por Ofcom, el organismo regulador del Reino Unido que se encarga de vigilar el sector de las telecomunicaciones.
En los últimos 36 meses, el mercado de smartphones de Reino Unido se ha multiplicado por 40, hasta el punto en que hoy más de un cuarto de los adultos británicos y casi la mitad de los adolescentes tienen un smartphone.
Cifras
Del estudio, se concluye que el 37 por ciento de los adultos y 60% de los adolescentes admitieron estar adictos a sus smartphones. Además, el 23 por ciento de los adolescentes ven menos televisión, y 15 por ciento leen menos libros a causa de sus smartphones. Ver más cifras del estudio.
El estudio, si bien es cierto fue aplicado sólo en el Reino Unido, también describen la realidad de otros países que están viviendo el boom de los teléfonos inteligentes.


El valor de la lectura

Por Luis Jaime Cisneros
La lectura es una experiencia que nos depara la lengua escrita. No representa nuestro primer contacto con el lenguaje. Ese contacto primero se da con la lengua oral, que es la lengua de la casa, de la familia, que nos permite tomar contacto con las cosas y con el mundo: la fruta, el pan, la ropa, el agua, la leche, los padres y los hermanos. La lengua escrita es el fruto del contacto escolar. Nos enfrenta al mundo antiguo: los griegos, los árabes. Con la lengua escrita, aprendemos a leer. Comprendemos su valor cuando llevamos varios años leyendo textos diversos. La escuela nos ofreció modelos diversos de lectura: unos libros nos dieron noticia sobre la botánica, otros nos explicaron qué era la geometría, otros nos acostumbraron a discernir los usos artísticos del lenguaje, y aprendimos a reconocer textos en prosa y textos en verso. En la biografía de muchos de nosotros suelen aparecer muchos días amables o desagradables de lecturas incomprendidas.
Antes de continuar, quiero llamar la atención sobre una situación de la que hemos sido involuntarios protagonistas. En algún momento hemos oído esta pregunta: “¿Qué me quieres decir con eso?”. Lo repito: “¿Qué me quieres decir con eso?” Acudimos a esta expresión cuando reconocemos que lo que hemos oído no representa esencialmente el pensamiento de nuestro interlocutor. Pensamos (reconocemos) que hay algo oculto, y nos preocupa averiguarlo. Esta experiencia nos pone en condiciones de experimentar nuestra relación con la lectura. Leer es el fruto de comprender un texto. Es decir, aprovechar y beneficiarme con su contenido. No leemos letras ni palabras manifiestas. Leemos contenidos que vinculan palabras con situaciones determinadas. Leemos, en consecuencia, lo que nos quieren decir, la intención del emisor. Lo que hacemos, en el ejercicio de la lectura, es revivir (reconstruir) la verdadera intención comunicativa del autor.
Recurro (y es manía de docente) a un breve ejemplo, que nos ayude a profundizar la reflexión. Se trata de un texto archiconocido. Se trata de un fragmento de las Coplas que Jorge Manrique escribió a la muerte de su padre: “Nuestras vidas son los ríos/que van a dar a la mar, que es el morir// Allí van los señoríos/ derechos se acabar e consumir// Allí los ríos caudales/ los medianos e los chicos/ E allegados, son iguales/ los que viven por sus manos/ e los ricos”.
Estamos en el siglo XV. Lo que dice aparentemente el texto (lo que leen nuestros ojos fisiológicos) es eso: los ríos, la muerte, el mar. Manrique no habla de la muerte, sino del morir. Lo que, en el fondo dice el texto, la alegoría a la que recurre Manrique, es una típica reflexión cristiana de la hora medieval. Todo lo que en la vida nos divide en jerarquías y nos da fama resulta circunstancial y efímero. La muerte es la igualadora de honras y riquezas. Los ricos y los trabajadores manuales son idénticos. El destino de todos y cada cual es morir. La muerte los iguala. Mientras los ríos conservan su fisonomía tienen nombre propio, pero no podemos distinguir esas aguas cuando desemboca el río en el mar. Como en la vida.
¿Qué conclusión puede ofrecernos el ejemplo? Hemos puesto de relieve los mecanismos de expresión merced a los cuales garantizamos nuestra autonomía expresiva. La lengua sirve para expresar nuestra intimidad, y la lectura nos sirve para reavivar esa expresión. La lectura es una actividad inteligente que nos permite ahondar en los textos para reanimar el sentido profundo que los anima. Cada vez que leemos estamos dando vida a la voluntad de comunicación de un hablante. Por eso la lectura nos permite actualizar el pasado: cuando leemos el Quijote, lo que revivimos no son las letras con que hace más de 400 años Cervantes escribió su obra, sino las ideas y los sentimientos que animaron a Cervantes. Y cuando al leer un texto, nos sentimos espiritualmente reanimados, convocados a reflexión, reconocemos que leer es una actividad relacionada con el alimento espiritual.
¿Por qué nos enriquece la lectura? Porque fortalece nuestra capacidad de comprender los textos. Quizás muchos de nosotros hemos pasado por esta experiencia. Leo por primera vez el Quijote, y veo y leo muchas cosas. Cuando lo leo por segunda vez, me suelo extrañar porque, en mi primera lectura, no he visto lo que me revela la segunda. Y si lo leo por tercera vez, tropiezo con situaciones similares. Es que nunca mi situación (y mi condición) de lector ha sido la misma. Las lecturas siguientes se hacen sobre la base de lo asimilado en las lecturas previas. Si eso ocurre, debemos felicitarnos. Eso anuncia que somos competentes. Saber leer significa saber penetrar en los textos.

El maestro...

Ortografía y lenguaje

Dom, 09/01/2011 - 05:00

Por Luis Jaime Cisneros

Inicio el año hablando sobre el lenguaje, mi área de combate desde hace casi cerca de 90 años. Apenas observamos el lenguaje, advertimos su eficacia como instrumento de cohesión. Descubrimos su valor como consolidador de la vida civil no bien abrimos el periódico: la prensa, a través de la lengua, nos conecta con el mundo entero. Comprobamos su eficacia cuando, en el ejercicio diario, elevamos solicitudes, redactamos informes, preparamos manifiestos, protestas, adhesiones. Y lo volvemos a comprobar en el campo de la literatura, si nos entregamos sosegadamente a gozar algunas horas del ensayo, la novela o el cuento. Es decir, el lenguaje nos une a todos cuantos hablamos español, pues al oírnos y entendernos reconocemos que una vieja sangre nos respaldaba y aseguraba el perfil. Nos une, a través de infinitas traducciones, con todos los pueblos del mundo. Signo, pues, de cohesión, revela eficazmente nuestra voluntad de persistir y de comunicarnos. Por eso el primer síntoma de la soledad es la incomunicación.

Un maestro estará pensando que si no hablo de ortografía, no estoy hablando de lenguaje. Cuando decimos ortografía estamos mencionando ‘escritura correcta’. Aludimos al acierto en la acentuación, en la puntuación y en el esmerado uso de las letras-signos. Si escribimos sofa, en lugar de sofá, ciertamente no hay ortografía. Y no afirmaremos la existencia de ortografía mientras no están sustituidos los debidos acentos.

Cuántas veces nos acosan reclamándonos métodos que enseñen a métodos que enseñen a adquirir ortografía. La respuesta no suele hacerse esperar: leer y leer constantemente, ejercitarse en el manejo del vocabulario. Porque para aprender a escribir con decoro las palabras debemos saber que tales palabras existen dispuestas para el uso, y conocer sus aptitudes de significación. Muchas veces la ortografía es culpable de que la gente tuerza el significado de las palabras. Vaya un ejemplo aleccionador. El diccionario nos ofrece acecho y asecho.Es decir, acecho con ‘c’ y asecho con ‘s’. Suenan igual. Lo repito: suenan igual, no hay distinción en la pronunciación de una u otra. Pero no dicen lo mismo. Acechar significa “observar, aguardar con algún propósito”. Asechar es, en cambio, “poner o armar asechanzas”. Y asechanza es “el engaño o artificio para hacer daño a otro”. O sea, acechar no aclara ni califica el propósito de quien observa; en cambio asechar anuncia el propósito de daño. Un simple cambio de letra puede, como se ve, alterar el sentido; era, por eso, cambio importante. Como estos, hay otros casos ilustrativos. Aquí tenemos acerbo y acervo.

Hay que insistir en una observación auditiva: suenan igual, de modo que nada contribuye el sonido a distinguir ni precisar el significado. Pero acerbo significa “áspero al gusto” y vale, en sentido figurado, por “cruel, riguroso, desapacible”. En cambio, acervo es “un montón de cosas menudas, como trigo, cebada, legumbres” y significa también “el haber que pertenece en común a los socios de una compañía civil o comercial”. Sería, pues, faltar el sentido y formular un disparate si escribiéramos una frase como la siguiente: “El carácter acervo de la niña era acechado por sus padres”. ¡Un disparate!

La ortografía, o sea la escritura correcta, evitará siempre que incurramos en escándalos de esta naturaleza, al tiempo que nos permitirá enriquecer nuestro vocabulario. Nuestra experiencia lingüística nos tiene acostumbrados a reaccionar con determinadas frases. Por eso no tenían sentido unos ejercicios acostumbrados en la escuela (los famosos percentiles), que eran una larga lista de palabras desvinculadas de toda asociación sintagmática. ¿Cuántas veces en la vida oral hemos usado la voz solipismo y cómo podemos asociarla a nuestra vida oral?

Leer y leer vuelve a ser el gran remedio. Necesitamos conocer el vocabulario elemental, con que nombramos cuanto nos circunda. Aprender ortografía obliga a incrementar el vocabulario. Las palabras constituyen nuestro punto de partida para la reflexión ortográfica. No hay ortografía sin vocabulario básico. Necesitamos conocer palabras y agruparlas dentro del mundo de intereses en que nos movemos.

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Datos personales

Mi nombre es Elizabeth, nací en Lima, me agrada la lectura de temas variados, me gusta oír música.Me agrada nuestra gastronomía, soy seguidora de Gastón Acurio. En mis ratos libres cocino para relajarme.